A veces me encuentro en cada instante que vivo, y a veces no; de algún modo siempre me acompaña esa sensación extraña, irracional. ELLA, mitad miedo, mitad fortaleza entremezcladas. Por suerte sólo es momentánea. Viene y se va. Cuando la siento, se convierte en un ahora que vivo sin sentirlo del todo mío, como si hubieran otras vidas, ahí, al otro lado, esperándome, y que alcanzarlas sólo fuera cuestión de un sólo gesto. ¿Será “incertidumbre” tu nombre, querida amiga? Quién soy y hacia dónde quiero ir, esta sería la espina dorsal de mi fiel sensación intermitente.
“¡Pero no te tengo miedo. He aprendido a llorarte, a gritarte, a pegarte. He sucumbido a gozarte, a quererte, incluso a echarte de menos! Y fíjate, que al final hasta sé sacarte el máximo partido. Eres mi impulso, mis piernas y mi voluntad”
En ELLA camino. Y en este viaje, pequeñas piezas de cambio se suceden, una tras otra, una tras otra, una tras otra… Nunca sé si van bien encaminadas (siempre tu nombre marcando paso tras paso, compañera) ¡Pero qué más da a dónde me lleven! Lo importante es seguir, conducir despacio mis actos y decisiones, sin una finalidad clara, sí, pero con una intuición certera. En estos días me dejo llevar por ELLA, y la noto como una sensación de aire fresco en la cara, un aire de cambio que llega, poco a poco. Y como una brújula, apunta directa a mi ser más auténtico, a lo que realmente quiero: VIVIR.
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