No sé su nombre y probablemente nunca lo sepa. Es un chico senegalés, alto y fuerte, que habla estupendamente castellano y que decidió pasar media hora conmigo mirando la lluvia pasar. Hablamos de fútbol, de la vida en Senegal, de lo difícil que es todo en una y otra parte del mundo y que a él, en particular, le gusta ver a la gente feliz. Sin quererlo, consiguió que esbozara una sonrisa. Al final, uno sabe donde está hoy pero no donde estará mañana. Eso me dijo. Y es cierto. Sólo puede decir esto, alguien que probablemente se ha jugado el físico en busca de una vida mejor, que ha abandonado un país que ama... y que ahora se dedica a vender de casa en casa porque la calle es peligrosa, porque tiene miedo a lo que pueda venir. Apreció la manera en la que me dirigí a él y creo que ambos sentimos que aunque procedemos de mundos radicalmente opuestos, hay algo que está por encima de todo y todos. Cuando amainó se fue a entregar su pedido. Nos deseamos la mejor de las suertes. Durante largo rato, pensé en lo estúpido de mis preocupaciones y aprecié todo lo bueno que tengo. En el fondo, soy un tipa con suerte!!!!
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